Απλά τραγούδα

Siempre me impresionó mucho el canto del Ruiseñor. Desde chico. Lo reconozco en cualquier lado. Ni bien empieza a cantar. Reconozco el del ruiseñor, el de la calandria, el del zorzal, el carpintero, el de la paloma.. el del Chiflón.. Reconozco varios.

  Pero el del ruiseñor me mata. Es impresionante. 

 Caminando por el campo hace un montón de años, me pasó algo increíble.

 Un chico de unos diez años, con un rifle "churrinche" calibre 4.5, le tira al vuelo a un ruiseñor.  Le dispara con la culata del rifle asentada en la cintura. Un tiro imposible, ridículo! dado además el tamaño del ave.

 Pero "Pac!"se escucha el golpe y el ruiseñor cae seco. En un matorral.  

 Le chiflo al chico. Me mira y se ríe. "Le pegué al vuelo!!!".. y se va corriendo. Hijo de un peón de la estancia vecina. Ni vale la pena contarle al padre, que le va a dar tremenda paliza de la que no quiero ser responsable.

 Pero me acerco al lugar donde cayó el pájaro. Lo veo. le dio directo en el cuello. Mas en la garganta, justo debajo del comienzo del pico. 

 Parece muerto, pero lo llevo conmigo con la inexistente esperanza de que despierte. De que sea algo que se pueda curar. Si despierta lo llevo al veterinario. Me prometo todo eso. Cuatro horas y nada. 

 Lo dejo sobre la mesa de la galería mientras voy a preparar un mate. Pienso en enterrarlo.  

 Me acerco con el mate y me siento frente al bicho, que parece dormido. 

 Y me tiento. Lo levanto con cuidado y acerco mi oído a su pecho. El corazón late. Jamás lo hubiera creído.  Mientras está sin sentido le lavo la herida con agua oxigenada reducida con agua. Y le hago un nidito con paja y lo dejo ahí. Y le pongo una carcaza de jaula arriba sin el piso. A ver que pasa.

 A la mañana siguiente, me acerco a ver. Dormido. No está muerto, porque no está duro. Oreja al corazón. Late. Y lo dejo de nuevo. 

 Por la tarde, se incorporó. Está como recostado en el nido. Mira, asustado. Cargo una tapita con agua, y la acerco a la jaula. Pienso que se va a revolucionar. Nada. Abro la puertita, y le pongo el agua. Y me alejo. Y dejo la puerta abierta.

 Vuelvo a la hora. Sigue ahí. Saco la jaula pensando que del susto se va a volar. Se queda.

Traigo alpiste. Le dejo. Y más agua. Y pasan los días y el ruiseñor se queda en el nido que le hice, ahora adentro de la casa. Ni mu. No se mueve, pero está despierto. Me deja tocarlo, y lo limpio, y lo lavo de sus necesidades, y esas cosas. Come, toma agua.. Me deja tocarlo como si fuera mi perro.

 Pero lo enteramente extraordinario ocurre a los seis o siete meses.

 Una mañana me despierto maravillado. Lo escucho cantar por primera vez. Yo pensé, me convencí de que esa herida no le permitiría cantar nada nunca más.

 Su canto es tema de conversación entre la gente de campo. Nadie escuchó jamás un canto tan bello. Nadie sabe lo que yo se. Pero de todos, es por leeeejos el que mejor canta. Vive en mi galería. No me deja tocarlo ya, pero no se va. Y me mira directo a los ojos siempre. Es un genio. Y canta como los Dioses.